Inauguramos el curso académico con este cuento y film tan especiales.
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“La lengua de las mariposas” y su posterior adaptación cinematográfica, es un curso acelerado de la Historia de España del siglo XX, “aunque el escenario de la película sea muy concreto y el tiempo en el que transcurren los hechos breve, gracias a la poderosa capacidad de Rivas de trascender lo local y convertirlo en escenario mítico, podremos abarcar una visión amplia de esa etapa histórica tan conturbada e interesante”[1].
Yo iba para seis años y todos me llamaban Pardal. Otros niños de mi edad ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tenía tierras ni ganado. Prefería verme lejos que no enredando en el pequeño taller de costura. Así pasaba gran parte del día correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recogedor de basura y hojas secas, el que me puso el apodo: Pareces un pardal[2]
Un relato de odios desatados y de crueldad a punto de estallar, una historia de cómo se puede adoctrinar un niño y cómo se puede sobrevivir –o no- a la misma doctrina.
¿Rezaste? Le pregunta la madre.
“Pues sí”, dije yo no muy seguro. “Una cosa que hablaba de Caín y Abel”.
“Eso está muy bien”, dijo mamá, “no sé por qué dicen que el nuevo maestro es un ateo”.
“¿Qué es un ateo?”
“Alguien que dice que Dios no existe”. Mamá hizo un gesto de desagrado y pasó la plancha con energía por las arrugas de un pantalón.
“¿Papá es un ateo?”
Mamá apoyó la plancha y me miró fijamente.
“¿Cómo va a ser papá un ateo? ¿Cómo se te ocurre preguntar esa bobada?”[3]
Con guión de Rafael Azcona y del propio Manuel Rivas, el director manchego José Luis Cuerda, elaboró en 1999 otro relato lleno de valores cinematográficos pero también valores morales. De una sencilla anécdota, la amistad de un niño con su profesor en una pequeña aldea gallega, nos introducimos en la primavera de 1936 y descubrimos el ambiente familiar, social y político a través de una mirada inocente.
Según cuenta el director, siempre le habían fascinado las historias de moral difícil, esas en las que debemos preguntarnos: ¿qué hubiera hecho yo si me hubiera encontrado en esas circunstancias? ¿Arriesgar la vida por defender unas ideas?
Pero absolutamente nadie tiene derecho a amenazar a otro con una pistola, es decir, absolutamente nadie tiene derecho a convertir a otro en un cobarde, nos recuerda José Luis Cuerda. Añade, además, la dificultad del rodaje en el pueblo de Ayariz, Pontevedra y alrededores, por la tensión emocional generada en algunas secuencias. Esos muchachos vestidos de falangistas, subiendo a gente a un camión para fusilarlos, causaron pavor en los mayores del pueblo que habían vivido cómo realmente, aquel camión, había sido utilizado para “pasear” a su gente.
Fernando Fernán Gómez, encarnando a ese profesor estupefacto ante el odio que le rodea, quizá nunca haya estado tan conmovedor y tan frágil. Y en Manuel Lozano, elegido entre más de 2500 niños, descubrimos un genio de la interpretación, la viveza y la sensatez. Ambos protagonizan escenas conmovedoras, como cuando le pregunta el joven alumno por la existencia del infierno: “… ese infierno del más allá no existe. El odio, la crueldad, eso es el infierno. A veces somos nosotros”.
[1] Carmen Rojas Gordillo, “Notas para el estudio de La lengua de las mariposas en la clase de lengua y cultura españolas”, Revista Electrónica de Didáctica ELE, Marzo de 2004.
[2] Manuel Rivas, “La lengua de las mariposas” en Cuentos españoles contemporáneos del siglo XX, AAVV, Ed. Tauro, Buenos Aires, 2014, p. 24.
[3] Op., cit., p. 26.
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