VÍA MUERTA
Una mujer está esperando en el andén
De una estación vacía.
Detrás quedan
Los montes, una mugrienta torre
De cemento con graffitis,
Las luces tristes de los corralones.
Hay un reloj parado
Interceptando el tiempo desde la marquesina
Y unos bultos de bruma
Se hacinan en los bordes del silencio.
Esa mujer no espera a nadie.
Tiene la piel como investida
De herrumbre ferroviaria y por su rostro
Corre una lenta arruga
Que remeda el perfil de la inclemencia.
Ya nunca podrá irse
Porque no sabe nadie que está aquí.
en Manual de infractores,
Ed. Seix Barral, Barcelona, 2012. Pág. 64.
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